Fantasmas
Soledad.... peor enemigo.
Tristeza... dolor, cáncer, lo que sea que carcome lo que no se toca.
Lecho de muerte sútil, que yace entre los escombros de una vida corroída por los dardos venenosos del ayer.
Paseo de bestias y demonios se ha convertido mi cabeza, es ahora preciso como una casa que se caea pedazos y a solas entre el viento y el polvo que no tienen origen y que brotan de lugares ocultos entre malditas paredes de las que brota sangre.
Fantasma... yo, perdido.
¿Esperanza? Clavo que me sostiene.
Aferrado a destellos, me pongo a caminar por en medio de un estrecho bosque que sacude con violencia las copas de los árboles.
Se escuchan gritos que nacen dentro de mi y me asustan. Se oyen las uñas posarse en un espejo que odio ver y que me obligan a mirar, pero cierro los ojos contra la volutand de aquellos que me invitan a observar sonriendo.
Escupo en mi sepulcro y tirado de rodillas me aprieto con los dos brazos el pecho; con los ojos nublados de agua purificadora me atormentan las aves negras y siento a la muerte venir desnuda a robarme unos segundos que ya cuentan años.
Veneno... agua
Calor... de piel muerta.
Me refugio en los besos de una boca para vivir por unos segundos. Sus besos destilan saliva fría que me sanan. Son como una cura a la maldita costumbre de estar vivo muriendo.
Me he convencido que yo mismo soy la muerte. Me he convencido que yo mismo soy mis sombras.
Me he pervertido sin luz, sin dirección ni presente. Me entrometido entre la carne muerta que se alimenta de lo que nadie más comprende.
Esta es la condena de ser luz en la mañana y tinieblas en la noche. De ser la risa ante el dolor.
De ser la cura ante la tormentosa estela que deja la vida con sus mordiscos de muerte entre la humanidad.
Sereno... insuficiente
Superficial... ante la muerte
En las matemáticas nunca fui bueno. Sé restarme puntos pero no sumar victorias.
Me conformo con clavarme puñales de dos en dos, en lugares que nadie más vea, pero que abran las heridas más profundas a manera de castigo mientras río entre las sombras.
Tristeza... dolor, cáncer, lo que sea que carcome lo que no se toca.
Lecho de muerte sútil, que yace entre los escombros de una vida corroída por los dardos venenosos del ayer.
Paseo de bestias y demonios se ha convertido mi cabeza, es ahora preciso como una casa que se caea pedazos y a solas entre el viento y el polvo que no tienen origen y que brotan de lugares ocultos entre malditas paredes de las que brota sangre.
Fantasma... yo, perdido.
¿Esperanza? Clavo que me sostiene.
Aferrado a destellos, me pongo a caminar por en medio de un estrecho bosque que sacude con violencia las copas de los árboles.
Se escuchan gritos que nacen dentro de mi y me asustan. Se oyen las uñas posarse en un espejo que odio ver y que me obligan a mirar, pero cierro los ojos contra la volutand de aquellos que me invitan a observar sonriendo.
Escupo en mi sepulcro y tirado de rodillas me aprieto con los dos brazos el pecho; con los ojos nublados de agua purificadora me atormentan las aves negras y siento a la muerte venir desnuda a robarme unos segundos que ya cuentan años.
Veneno... agua
Calor... de piel muerta.
Me refugio en los besos de una boca para vivir por unos segundos. Sus besos destilan saliva fría que me sanan. Son como una cura a la maldita costumbre de estar vivo muriendo.
Me he convencido que yo mismo soy la muerte. Me he convencido que yo mismo soy mis sombras.
Me he pervertido sin luz, sin dirección ni presente. Me entrometido entre la carne muerta que se alimenta de lo que nadie más comprende.
Esta es la condena de ser luz en la mañana y tinieblas en la noche. De ser la risa ante el dolor.
De ser la cura ante la tormentosa estela que deja la vida con sus mordiscos de muerte entre la humanidad.
Sereno... insuficiente
Superficial... ante la muerte
En las matemáticas nunca fui bueno. Sé restarme puntos pero no sumar victorias.
Me conformo con clavarme puñales de dos en dos, en lugares que nadie más vea, pero que abran las heridas más profundas a manera de castigo mientras río entre las sombras.
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