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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Diluvio tropical

 No es de extrañarse que la lluvia donde vivo parezcan piedras que cayeron del cielo. Parece la ira de un dios o las lágrimas de los que han caído. Caen con fuerza y así rompen el suelo. Caen con fuerza y te golpean en la conciencia. Las tormentas de mi trópico se asemejan a los pensamientos locos de algunos y a mis emociones incomprendidas que provoco. Peco de ignorante si lo digo, pero aún no conozco el nombre del dios de la lluvia al que invocaban mis antepasados, si fuera que realmente existe, creo que es un ser iracundo que excreta la cólera en forma de lluvia pero que a su vez nos deja beber de ella para bien, para la vida y para calmar la sed. Si usted, persona que lee esto, no ha vivido una experiencia de diluvio tropical, es porque no ha visitado mi tierra. Aquí la lluvia es como una tela blanca que desvanece lo que se ve en lo profundo. Oculta todo y causa ceguera del paisaje y no permite ver lo que hay a unos metros porque así como refresca, crea caos que se filtra entre...

De los días que no hay sol

Dicen que nos espera un mejor mañana. Algunos dicen que poner una sonrisa en el rostro ayuda a mejor el día. Yo, la verdad no puedo negar a una o afirmar a la otra. Sinceramente puedo caer en la oscuridad del corazón sin darme cuenta y perfectamente volver al mar de la alegría por la situación más insignificante. Es algo así como las arenas movedizas del alma: inconstantes, impredecibles y cambiantes. No son esculpidas a mano, sino llevada por el viento. No son hechas por el barrio sino por el ardor en el pecho. Es como atragantarse con el dolor, dolor que da semilla y produce un árbol en la tierra del corazón. Y es ahí entonces donde mi mirada se pierde, mi mente viaja y mi conciencia se enmudece porque voy en camino al limbo, a ese ciclo interminable de estar dormido pero despierto e inconciente. He llegado al punto de apreciar la música lenta y suave; aquello ruidoso me dirige a la locura, aunque de vez en cuando me gusta la dosis de energía que me inyecta. De los días que no hay so...